Participación plena
“Participación plena” son las palabras en boga en toda exposición ideológica de la política de la actual dictadura peruana. Aparentemente se quiere decir que, cuando unos pocos o muchos unen sus esfuerzos en una actividad, todos han de disfrutar de los resultados y que ellos mismos, en elecciones libres, acordarán quién y quiénes se encargarán de dirigir la actividad.
Pero, en general, la gente no parece tomar todo esto muy en serio. Se escucha, en cambio, otra cosa: que la economía está postrada, con mucha gente desocupada que no encuentra trabajo. Se oye también, en voz cada vez más alta, que el encarecimiento creciente de la vida está creando una situación de angustia.
El aumento decretado por el Gobierno para compensar el alza del costo de vida, debido a la supresión de los subsidios, no ha producido sino quejas.
Nadie puede negar que el alza general de precios se agrava constantemente. Pero los hombres del Gobierno no habían manifestado alarma. El mismo jefe del Instituto de Planificación, en mejor situación que cualquier otro miembro del Gobierno para analizar el problema, en su detallada exposición por televisión de mediados de febrero de 1975, admitía que en 1974 el alza de los precios fue de 17 por ciento cuando anteriormente, en ningún año, había llegado a alcanzar el 10 por ciento.
Por último, manifestó que en 1975 se “buscará que el crecimiento de los precios internos no sobrepase el 20 por ciento”. Esperaba, pues, en el mejor de los casos, que en 1975 no hubiera que pagar más de 120 soles por lo que había costado sólo 100 soles el año anterior.
Según el último “Índice de Precios al Consumidor de Lima Metropolitana” que ha llegado a mis manos, la cifra correspondiente a enero de 1975 era de 128,59 y la de un año después, enero de 1976, era de 165,87. El porcentaje de aumento era de 28,99 por ciento, según el mismo documento.
Cuando se persiste en la política inflacionista de emitir billetes, se desarrolla el círculo vicioso que, como vemos, ya está acelerándose o, como se dice, cobrando vida.
La austeridad no ha sido característica de la dictadura. Esta ha aumentado sus gastos año tras año en forma espectacular, y los presupuestos arrojan crecientes déficit porque se gasta mucho más que las entradas del Tesoro. Entonces, ¿de dónde sale el dinero? Pues de las emisiones de billetes. Se ha retrocedido así a la más desgraciada y desacreditada experiencia del pasado.
La dictadura, que se proclama “revolucionaria”, no ha titubeado en recurrir en gran escala a los métodos de antes. La “maquinita”, mohosa y en pésimo estado, ha sido sacada del muladar al que había sido arrojada para que nunca volviera a ser utilizada, cuando el pueblo entero comprendió por experiencia propia cuánto daño le hacía.
Esto sucedió hace no muchos años, aunque la inflación que se produjo entonces fue muy inferior a la de ahora. Pero los periódicos de entonces eran libres y cumplieron con su deber de hacer ver la verdadera causa de la inflación. Bajo la dictadura, en cambio, se han convertido en órganos del Gobierno y ahora no informan, ni explican, ni comentan, ni critican lo que ocurre.
El Gobierno de aquella otra época reaccionó radicalmente e hizo desaparecer el déficit del presupuesto, al limitar los gastos al monto de las entradas.
En menos de un año cesó la inflación, se estabilizó el costo de vida y el dólar, que no estaba sujeto a control alguno y que, en el mercado libré, había llegado a cotizarse a más de 32 soles, bajó a menos de 28 soles.
Esa experiencia fue una gran lección. La inflación es en realidad el impuesto disimulado más injusto, porque agobia sin consideración y con más crueldad a los que menos tienen.
Este es un verdadero y trágico problema, sobre todo para los más pobres que, conforme se intensifica la inflación, apenas tienen con qué cubrir el costo de los alimentos de la familia.
Aun los subsidios que se establecen para que ciertos productos no suban de precio, no pasan de ser una engañifa.
En enero de 1976, al suprimirse los subsidios (salvo los que todavía rigen para los fertilizantes), los hogares modestos se han encontrado frente al grave problema del súbito encarecimiento de multitud de productos, cuyo bajo precio había sido mantenido artificialmente por el Gobierno mediante la emisión de muchos millones de billetes, que intensificaron en gran escala el alza de todo lo demás, haciendo subir fuertemente el costo de la vida.
No puede sorprender que al abaratar artificialmente ciertos productos, resultaba un gran negocio venderlos fuera del Perú. En un editorial de La Prensa parametrada del 20 de enero de 1975, se lee lo siguiente:
“Según nuestra investigación, uno de los posibles centros de contrabando es Sullana, una ciudad que recibe tal cantidad de alimentos que podría pasar por superalimentada en el planeta. De acuerdo a las cifras, cada uno de sus habitantes debiera consumir un saco de harina cada día. El problema está en el hecho de que esos abastecimientos son sacados del país por delincuentes”.
En realidad, ni los periódicos “parametrados”, que fueron los que confiscó el Gobierno, pueden evitar que tengamos alguna idea de cómo la “maquinita” no descansa.
Por ejemplo, un decreto-ley de mediados de febrero de 1975 autoriza una nueva emisión de bonos por veinte mil millones de soles. Como es bien sabido, es el. Banco de Reserva el que “asegura” la colocación de esos bonos.
Para apreciar lo que significa esa nueva emisión, basta tener presente que veinte mil millones representa una vez y media la cantidad total de la “Circulación y Depósitos” que existía en el país cuando se produjo la Revolución.
El 25 de julio de 1975, La Prensa parametrada anunciaba la creación del nuevo Banco Agrario del Perú, en reemplazo del Banco de Fomento Agropecuario, “como instrumento más dinámico que mejorará la ejecución de la política crediticia agraria”.
Relataba el periódico que el entonces ministro de Economía y Finanzas, general Vargas Gavilano, sostuvo que con esta medida “el gobierno revolucionario trata de profundizar sus acciones crediticias para facilitar las transformaciones económicas”.
Y añadía que “el capital del nuevo Banco será de quince mil millones (15.000.000.000) de soles, pagaderos en un tiempo no mayor de seis años. Además, contará con cuatro mil quinientos millones (4.500.000.000) de soles para fondos de operación, según informó Vargas Gavilano”.
A su vez, El Comercio parametrado daba cuenta de que el ministro de Economía y Finanzas había informado que “el Banco Central de Reserva otorgará al Fondo Nacional de Propiedad Social (FONAPS) una línea de crédito por dos mil cuatrocientos veinte millones (2.420.000.000) de soles.
Nada más revelador de las ideas de la dictadura que el cable despachado desde Lima por la agencia noticiosa UPI, y aparecido el 24 de agosto de 1975 en el Diario Las Américas, de Miami, Florida, que se publica en español. El cable dice así:
Instalarán fábrica de papel moneda
Lima, agosto 25 (UPI).- El Gobierno peruano instalará una fábrica en pleno centro de esta capital rara la confección de papel moneda, según se informa hoy.
La construcción, instalación y funcionamiento de dicha fábrica fue declarada de necesidad y utilidad públicas por el Gobierno en abril de 1973.
El actual papel moneda que circula en el país ha sido fabricado por la antigua empresa británica Thomas de la Rue y Company Limited. Los billetes de más alta denominación son los de 1.000 soles (22 dólares) y los de más baja de cinco soles (11 centavos de dólar).
Para la instalación de la fábrica de billetes de Lima, labor que estará a cargo del Banco Central de Reserva, el Gobierno ha dispuesto la expropiación de un inmueble ubicado frente al Ministerio de Economía y Finanzas.
En una calle lateral está siendo terminada, asimismo, la construcción del nuevo edificio del Banco Central de Reserva, que contará con los más modernos adelantos para un instituto emisor.
La fábrica de billetes tendrá un local de 5.000 metros cuadrados y según un proyecto dado a conocer hace algún tiempo, se conectaría con la sede del Banco Central de Reserva a través de un túnel subterráneo.
Todo esto se halla muy de acuerdo con las prácticas de la dictadura. A menudo sostiene que va a emprender alguna obra que es conveniente paró el país. Esto no basta.
Hay mucho por hacer en el Perú, pero no se pueden acometer tantas obras al mismo tiempo por la sencilla razón de que las limitadas entradas del presupuesto no son suficientes.
Pero la dictadura cree resolver el impasse con la “maquinita” que, de un lado, aporta los billetes necesarios para hacer frente al gasto, pero, del otro lado, causa el encarecimiento de la vida, que es como todos los peruanos, hasta el más pobre, “participan”, al tener que consumir menos por el alza de los precios.
Las cifras del monto de los billetes y monedas en circulación más los depósitos y otras obligaciones del Banco Central de Reserva que, en conjunto, constituyen lo que los técnicos llaman Circulación y Depósitos, eran hechas públicas antes todos los meses y aparecían en La Prensa regularmente hasta su confiscación por el Gobierno.
Al terminar setiembre de 1968, tres días antes de la Revolución, el monto era apenas superior a trece mil millones de soles (13.043.000.000).
Al concluir diciembre de 1975, último dato que he podido obtener, la circulación y depósitos ascendía a más de cincuenta y cuatro mil millones (54.387.272.000) de soles; es decir, más de cuatro veces de cuando Velasco Alvarado inició la dictadura.
Pero, ¿cómo ve la situación económica actual la dictadura del general Francisco Morales Bermúdez?
En una larguísima exposición que apareció en La Crónica del 13 de enero de 1976, de cuya versión transcribo literalmente, el actual ministro de Economía y Finanzas, único civil en el Gabinete, Luis Bailía, dijo lo siguiente:
Los gastos de capital se incrementan y el déficit financiero crece enormemente, subiendo de 53 mil millones de soles en el año 74 a 104 mil millones en el presupuesto 75 76.
Y ustedes se preguntarán: ¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Por qué está sucediendo esto? Hay dos razones fundamentales. Una, absolutamente positiva.
El Gobierno sigue siendo un inversor de primer orden en nuestro país. Las inversiones reales reconocidas las está realizando el Gobierno. Este se ha transformado en el ente propulsor del desarrollo económico. Ha creado todo un sistema y una estrategia de desarrollo que exige que las inversiones del Gobierno se sigan sosteniendo porque este país no saldrá nunca del subdesarrollo si éste no sigue manteniendo esos programas de inversiones públicas reproductivas cuya importancia luego analizaremos.
Ese déficit debemos corregirlo, aunque no es tampoco lo más importante. El déficit que nos preocupa también y en forma especial es el déficit financiero. Es decir, que si a las operaciones corrientes del Gobierno precitado, les sumamos los esfuerzos de la formación bruta de capital y de la amortización de la deuda, al cual dije hay que atenderla necesariamente, llegamos a una brecha financiera de 104 mil millones de soles.
¿Y cómo vamos a cubrir esa brecha financiera tan enorme? La vamos a cubrir necesariamente con financiamiento interno, del cual esperamos usar 81 mil millones de soles; y tenemos financiamiento externo por 23 mil millones de soles. De esta forma se cubriría ese déficit de 104 mil millones de soles.
¿Pero qué cosa es el financiamiento interno? El financiamiento interno tiene dos orígenes fundamentales. Aquel que nosotros podemos recoger y los excedentes que tiene la población en sus manos, el sector privado en sus manos, el público, que no es mucho, porque efectivamente los costos han subido y hay una propensión a consumir muy elevada que no permite que la familia tenga un ahorro. Y el otro es el colocar determinados tipos de títulos en el sistema financiero, pero eso tiene un límite. ¿Y el resto de dónde viene? Es el Programa Monetario, de lo que llamamos el esfuerzo que tiene que salir del Banco Central de Reserva. Y esto sí es un elemento propagador de inflación sumamente peligroso y tenemos que controlarlo. Y hacia eso apuntan nuestras medidas.
Ya hemos visto entonces dos elementos que hacen necesario este Programa de Reactivación Económica. Que no nos permite esperar para tomar medidas inmediatas.
Y, otro aspecto que señalé, es que a pesar de que controlamos y nos estamos defendiendo bastante bien de ese proceso, estamos en un proceso inflacionario.
En conclusión: Hay un exceso de demanda frente a una declinación de la producción, tanto para el mercado interno como externo; este desajuste entre demanda y oferta, genera mayor necesidad de importaciones ampliando el déficit de nuestra balanza comercial con el exterior. Este déficit no se puede cubrir con el movimiento de capitales y perderemos reservas internacionales.
“El desajuste entre la demanda y la oferta acelera la inflación y puede generar lo que se denomina una espiral inflacionaria, fenómeno que tratamos de combatir. Los precios crecen más rápido que los ingresos y se produce una pérdida del poder adquisitivo del trabajador dependiente. Efectivamente, todos nosotros podemos acusar recibo de que los precios se van elevando y los ingresos no responden a ese crecimiento. El ahorro del gobierno declina, al tener menores ingresos permanentes, y se ve precisado a recurrir al financiamiento interno y externo para no detener estos programas de inversión reproductivos que tienen un gran efecto multiplicador... Y al no detenerlo, entonces se va generando esa brecha financiera que tenemos que cubrir. Tenemos, por último, la inflación de costos y la disminución del ahorro interno. Este fenómeno debemos también de superarlo; actualmente, lo hacemos por medio de una mayor emisión de dinero, que da lugar a un elemento propagador de la inflación y que, a su vez, genera especulación bajo la acumulación de stocks, fuga de capitales, y se incrementa en forma excesiva el gasto de consumo, ya que la actitud natural de la gente, al ver que su dinero va perdiendo poder adquisitivo, comienza a efectuar mayores gastos de consumo.
El ministro no ha podido ser más claro. No cabe duda de que el Gobierno se propone seguir adelante con sus planes mediante el uso de la “maquinita”. Pero el señor Barda no menciona qué proporción del déficit, que él llama “brecha”, se cubrirá con la emisión de billetes.
Pero sí señala lo que él estima ha de ser su efecto en el costo de vida, cuando dice:
Por Ultimo, qué significa todo esto en términos de inflación. Hemos hecho un estudio cuidadoso y creemos, con una posición nuevamente conservadora, que el índice de precios bajaría de un crecimiento de 24 por ciento en el año 75 a sólo 20 por ciento en el año 76. Este crecimiento, de acuerdo a ciertos cálculos que hemos hecho, puede estar variando entre el 15 por ciento de crecimiento y 20 por ciento. Preferimos comprometernos con ustedes a un crecimiento del 20 por ciento, pero tenemos la expectativa de que éste no se eleve más allá del 15 por ciento.
Las perspectivas, por tanto, no pueden ser más negras. El pueblo tiene que saber que el Gobierno lo obliga a contribuir a un gasto que es superior a las entradas del Tesoro Público, y que ese déficit va a ser llenado con la “maquinita”.
Cuando manifiesta el ministro su esperanza en que el pueblo esté condenado a un crecimiento del costo de la vida sólo del 15 por ciento, aunque él no se atreve a asegurar tal cifra, la gran mayoría de quienes lo escucharon o leyeron va a temer todo lo contrario: que, de seguir el mismo camino que hasta ahora, aun con la supresión de los subsidios, se alcanzará un déficit mucho mayor y que, como en todo proceso inflacionista, las cosas irán de mal en peor.
Y entonces se pensará en una inflación en continuo aumento. Esta es, desgraciadamente, la historia de siempre, en todas partes, una vez que un país se lanza por ese camino. Se promete que ya no empeorarán las cosas. Pero nada es más difícil que no dejarse llevar por esa marea, que sube sin cesar, conforme la inflación prosigue. Si no hemos de ser la única excepción a la historia del mundo, es muy fundada la creencia de que así ocurrirá también aquí inevitablemente, mientras no se cambie radicalmente de política.
Sólo si se afronta el problema con decisión y sin medias tintas, y si se arroja la “maquinita” al muladar como se hizo antes, podría evitarse ese negro porvenir.
Se necesita el equilibrio entre las entradas y los gastos. Para eso, debería seguirse una línea muy clara. Que la ley se aplique a todos, que no haya excepciones, que nadie deje de pagar lo que le corresponde, según su situación económica. Luego, ver de qué fondos puede disponer el Gobierno para gastar, y no excederse en un solo centavo.
Sólo así desaparecería la inflación. Sólo así cesaría la aplicación al revés del principio ideológico de la “Participación Plena” que, en la presente tragedia, obliga hasta al más pobre a participar en los gastos y a padecer las consecuencias de la funesta política que sigue el Gobierno.
Como ya hemos visto en su declaración, el ministro Baría al referirse al déficit, se preguntaba: “¿Y cómo vamos a cubrir esa brecha financiera tan enorme?” Y se respondía: “La vamos a cubrir necesariamente con financiamiento interno, del cual esperamos usar 81 mil millones de soles; y tenemos financiamiento externo por 23 mil millones de soles. De esta forma se cubriría ese déficit de 104 mil millones de soles.
Como se ve, sus expectativas descansan, en parte, en el financiamiento externo. Al efecto, añade en su exposición lo siguiente:
En cuanto al movimiento de capitales de largo plazo, ya no tendremos el nivel del año 75 en que era 1.137, sino esperamos un nivel de 1.085 millones de dólares, que están vinculados a toda una serie de préstamos que, constantemente, el Perú está logrando en el mercado internacional por ese prestigio grande que hemos logrado, por ese respeto que es satisfacción para todos los peruanos, que nos tienen en los mercados internacionales. Algunos no estarán contentos con esos cambios profundos, esa revolución peruana, porque no está dentro de los sistemas en que ellos viven, pero sí respetan a la revolución peruana y respetan a este país porque es serio y porque está haciendo un esfuerzo verdadero para salir del subdesarrollo. Y es ahí donde nosotros contamos con el apoyo del mundo financiero internacional y hay muestras de ello. Tenemos préstamos importantes que ustedes en los periódicos los deben haber leído, otorgados por el Banco Internacional de Desarrollo y por el Banco Mundial. Y continuarán esos préstamos porque las condiciones son excelentes.
Las palabras del ministro exponen lo que ha ocurrido hasta ahora. Bancos internacionales, estatales y particulares, han continuado dando préstamos al Perú. ¿Actuarán siempre de la misma manera?
El jefe del Gobierno, en declaraciones a la prensa y el ministro de Economía, en su exposición, han hecho saber al mundo que el Perú está atravesando por una seria crisis. ¿No hay el riesgo de que, ante estas declaraciones, los bancos que habían hecho préstamos antes, puedan ahora echarse atrás?
Desgraciadamente, no puedo olvidar la experiencia por la que pasó el Perú en otra época de crisis, después de los grandes préstamos recibidos por el Gobierno de Leguía. Gobiernos acostumbrados a una financiación exterior muy amplia, han debido encontrarse después con que, al declararse una crisis, los mismos financistas que, primero, se acercaron con las manos abiertas, luego vuelven las espaldas cuando están en apuros.
Hay otros párrafos en la exposición del ministro que siembran temores sobre sus expectativas de conseguir mayor financiamiento externo. Como bien se sabe, el préstamo que se recibe del exterior, significa asumir una deuda en moneda extranjera. Por tanto, las disponibilidades de esa moneda extranjera son un factor fundamental para confiar en que el deudor pueda cumplir con sus compromisos.
Pues bien, esto es lo que dice el ministro:
El país tiene que hacer frente a estos compromisos externos. Y éstos son los recursos que nos sirven para hacer frente a esos compromisos. Y ven ustedes cómo iniciamos el año 75 con una posición de cambios de 667 millones de dólares, llegando en marzo inclusive a 700 millones de dólares. Y es a partir de ese momento en que, en forma acelerada, comenzamos a perder posición de cambios en el Banco Central de Reserva; lo cual, tiene su vinculación con las reservas internacionales. No vale la pena hacer aquí una explicación técnica; tiene una vinculación definitivamente y en setiembre ya estamos en 380 millones de dólares y en diciembre cerramos con 269 millones de dólares. En el año 74 habíamos cerrado con 616 millones de dólares.
Fíjense ustedes cómo se viene deprimiendo el sector externo. Cómo es este punto verdaderamente crítico del sistema, porque es cierto que tenemos problemas y lo verán en la parte fiscal; es cierto que la producción ya muestra cierto decaimiento, pero también hay que resaltar que es en el sector externo donde la crisis se hace más evidente. Donde yo diría: Sí hay crisis y tenemos que salir adelante. Por una serie de razones.
Analizando un poco más entonces esta cifra, ya bastante reducida, de posición de cambios del Banco Central de Reserva, y como información para ustedes, porque se habla mucho del oro y del DEG (Derechos Especiales de Giro), quiero decirles que tenemos 124 millones de dólares en DEG y que lo demás sí son divisas convertibles que sirven para pagos en el exterior: 145 millones de dólares. Es lo que tenemos inmediatamente en nuestro poder.
¿No es de temer que la situación que acaba de describir el ministro pueda resultar contraria a la posibilidad de obtener nuevos créditos en el extranjero?
Fuera de lo anterior, y al hablar de la situación económica en general y no sólo de la posibilidad de ayuda del exterior, el ministro destaca en su exposición la importantísima situación que tiene la agricultura para nuestra economía. Dice así:
“Donde sí observan ustedes una expectativa realmente importante es en el crecimiento de la agricultura. La agricultura, en la conducción del programa de Reactivación Económica, tiene la prioridad, la primera prioridad. Lo he señalado e insistiré en ello cuantas veces sea necesario y esperamos que en el año 1976 su crecimiento sea de 10,2 por ciento. Es decir que, por lo menos, ya esté cubriendo el crecimiento vegetativo de la población. Esto lo vamos a lograr manteniendo el subsidio de los fertilizantes, haciendo más fluido el crédito y por medio de una extensión agrícola eficiente. Tenemos un compromiso de honor para que la agricultura en este año 1976 reciba un apoyo directo y eficiente. Y queremos recabar de todos los campesinos peruanos el compromiso de que juntos colaboremos, juntos trabajemos, y así saquemos adelante el sector agrícola que es fundamental en el desarrollo de la economía peruana.
En otra parte de su exposición, dice el señor Barúa lo siguiente:
En la medida en que el sector agropecuario nos provea de bienes y crezca a una tasa por encima de la población, en esa medida vamos a tener que recurrir menos a la importación de alimentos y en esa medida van a lograr nuestros hombres de campo y sus familias mayores ingresos y mejores niveles de vida. La agricultura es un sector prioritario dentro de la economía peruana.
Desgraciadamente, parecen infundadas las razones que pueda tener el ministro para su optimismo, porque, como veremos en el capítulo correspondiente a la Reforma Agraria, las expectativas, a ese respecto, son muy malas.
Creer que con mantener el subsidio a los fertilizantes y dar facilidades de crédito, se va a lograr un aumento en la producción, es opinar sin conocimiento de causa. Y en cuanto a la extensión agrícola eficiente, ¿es posible que se imagine que disponemos de ella?
Debemos temer una reducción en la producción, porque la manera como se está llevando la reforma agraria, conduce a ese triste desenlace. Es muy grave, por tanto, para los planes del Gobierno el basar su optimismo sobre la evolución prevista para la agricultura.
Para volver ahora a la famosa Participación Plena, mencionada al principio de este capítulo, la realidad confirma que tal participación no es, siempre para lo bueno, sino también para lo malo. Como se dice comúnmente, rige para lo duro como para lo maduro. Por tanto, tienen que prepararse los peruanos para que, por el momento, al menos, la gran mayoría sólo conozca el lado malo de la Participación Plena, al tener que contribuir, en sus compras de cada día, con el mayor encarecimiento de todo, inclusive de alimentos, a hacer frente a los gastos y déficit enormes, a que nos lleva la actual política del Gobierno.
¿Llegará algún día a verse la otra faz, o sea, la participación en utilidades? Para ello, se necesitaría una evolución completa de lo que es la actual “revolución”.
Para completar el análisis de este tema, tan pregonado por los ideólogos, debemos llamar la atención sobre el incumplimiento de otro aspecto esencial del mencionado principio de “Participación Plena”, que dice que no debe haber mandamás, sino que todos, en elecciones libres, acuerden quién debe encargarse de la dirección de los asuntos comunes. Al respecto, es elocuente un episodio que siguió a los lamentables acontecimientos en Lima del 5 de febrero de 1975 cuando se desarrolló una ola de saqueos e incendios.
El 10 de febrero, doce partidarios de Velasco (entre los que encontraban tres directores nombrados por la dictadura para los periódicos confiscados en julio de 1974) hacen un llamamiento a la construcción de una democracia social de “Participación Plena”, y se dirigen “a todos los trabajadores peruanos, al pueblo entero del cual formamos parte, con el objeto de convocarlos a militar en las filas de este proceso revolucionario a través del desarrollo de un Movimiento de la Revolución Peruana”.
Una semana después, el dictador, en un mensaje público, se refiere a ese llamamiento en estos términos: “Agradecemos el buen deseo de quienes han iniciado esfuerzos organizados en apoyo de nuestro proceso revolucionario: Pero les pedimos recordar que la conducta del proceso revolucionario sólo puede radicar en el Gobierno de la revolución”.
Al día siguiente, “consecuente” con esa declaración, constituye al efecto una comisión, compuesta de cinco generales y un almirante, es decir, exclusivamente de uniformados, para que se ocupen del problema.
En buenas cuentas, la Participación Plena regiría para todos, en lo duro como en lo maduro, pero no habría de aplicarse al omnímodo gobierno “revolucionario” de Velasco.
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